lunes, octubre 30, 2006

Visitas Inesperadas

Hoy he recibido muchas visitas inesperadas.
Gracias a M4rt1n, nuestro DJ entró aquí y comenzó a enviar a sus compis el enlace.
Eso de tener de pronto tanta notoriedad abruma un poco. Aunque el problema real es otro:
Al parecer me han identificado en la oficina con un compañero y la peña se ha ido descargando mis post en carpetas con el nombre del compañero con el que me confunden. Me imagino que, al igual que eso, habrán ido poniendo nombre al "pequeño ruiseñor" y otros personajes que viven en este blog.

Yo, Truman, vivo en este blog. Invento este blog. Y, dentro de dar algún que otro recao, intento que el que se pase por aquí se eche unas risas o sonrisas que alivien su mal día o lo refuercen si es bueno.

El blog empieza y acaba aquí. Los comentarios están abiertos para que cada cual exprese su opinión. Mi compañero se queja que le llegan correos sobre esto o aquello. La gente le llama Truman o simplemente vienen a quejarse por tal o cual aserto.
Esta gente no entiende el blog y no debería entrar en él. Yo no los quiero dentro.

El que empiece a sacarlo, descargarlo o enviarlo por donde no debe, quizá no sepa que está mezclando dos mundos totalmente distintos. Y eso siempre es peligroso.

Espero que no tenga consecuencias para mi compañero, que está un poco intranquilo. Si las tuviera, no habría más remedio que desenvainar.

lunes, octubre 23, 2006

Un secreto a voces

Hoy me he enterado que cinco compañeros se van. Lo llevan con más o menos discreción pero ya es un secreto a voces.

Casi todas las personas que conozco han conseguido mejorar su sueldo porque se van de su empresa a otra. Si no, es muy difícil, visto los patanes que nos gobiernan.

Llevamos una rachita de despedidas buena y a 10€ de contribución en el regalo, pronto habrá que pedir el aumento de sueldo sólo para paliar este gasto.

Dicen que sarna con gusto no pica, pero es que no es mucho el gusto, la verdad sea dicha. Yo para esto tengo un criterio bastante claro: Si se va alguien con el que he tenido cierta relación y no me ha tocado las pelotas, ahí van mis 10€. Eso sí, que se invite luego a unas porritas o unos sandwiches del Rodilla, ya que parece que lo de las cervezas no se estila.
Que no pase como con el vendedor de camellos, que con la cosa de que “le echaban”, se llevó su pack frikie para casa sin gastarse un puto duro.
Hay un pacto tácito y no es bueno romperlo si no quiere uno que le piten los oídos más que al Neng después de hacer Castefa-Valencia sin parar ni bajar la música.


Todos los que se van son majetes. Con algunos apenas intercambié unos chistes y algunos saludos...
Con el rey de los zumos, que me perdone la metáfora, nuestro dj encubierto, he flipado por sus conocimientos multidisciplinares y me jode que se pire.

También se va nuestra compañera kafkiana particular. Como han dicho hoy en la comida: “No se la va a echar de menos ni en lo laboral ni en lo personal”. No sé si porque no acaba de integrarse o qué, el caso es que va a su puta bola. Desayuna sola, come sola, se va ratos al coche (sola), por las mañanas llega a las mil (sus razones tendrá, pero choca), en fin, un bicho raro.
Y mira que siempre que me la cruzo la saludo y a veces hasta se le oye decir un chascarrillo. La verdad que es me da pena. Pero bueno, no se puede estar en todos los lados. Bueno, Dios sí, otro bicho raro.

Ya se sabe que para que un secreto siga siéndolo no se lo tienes que contar a nadie. Y que basta decir: “no se lo digas a nadie” para que alguien lo cuente mientras se sacude la pilila(el rabo) en el servicio, o para que lo suelten en mitad del comedor en hora punta de tupper, bocatas y microondas rezumando tres delicias de tres meses para acá.

Aquí, si te quieres enterar de que alguien se va, lo tienes más fácil que ver en la tele a Lidia Lozano; la gente está loca por contarlo.
Pero la que se lleva la palma es una compañera a la que le da rabia que alguien le pise la exclusiva.
Hoy nos ha dicho dos: una más exclusiva que otra, una a un volumen mayor que otra. Y ella tan contenta. Es como cuando estás en casa y alguien responde a voz en grito una pregunta del Pasapalabra y se te cae el cuenco de las patatas fritas del susto. Pues así comenta los secretos, a voces…

Será por aquello de que saber quién se va es eso: un secreto a voces.

viernes, octubre 20, 2006

El curso (Tercera y última parte)

Tras los post anteriores: El curso (Primera parte) y El curso (Segunda parte) cierro la trilogía con esta tercera y última parte:

El curso transcurre con la normalidad esperada. El proyector ya no da problemas, los manuales van llegando y ya no nos importa que el profesor se salte temas (antes tampoco pero la educación recibida: Hay que comérselo todo, no aceptar caramelos de extraños y atender al profesor, hacen que parezca que al principio nos importa).

La gente que da cursos por lo general llega a tan triste destino básicamente por dos motivos:
1) Está en la oficina sin facturar.
2) No hay otra persona disponible.

Tanto por un motivo como por otro, la motivación (valga la redundancia) es cero. Si a esto le añadimos que no maneja muy bien el temario, tenemos a un profe deseando que pasen las horas y los temas más rápidos que los abuelos en pillar sitio en el tren de cercanías.

Y si además añadimos que las transparencias están en inglés y que no conocemos muy bien el significado de "keep", "above", "enhanced", (algunos alumnos tiene un nivel de inglés bueno para pasear por Pelayos de la Presa, con lo que este añadido es transparente para ellos) hay que ser un auténtico genio para ir pasando diapositivas a ritmo de:
-"Bueno, aquí simplemente nos quieren indicar un poco, como es y tal, y bueno, todo lo que se puede hacer, simplemente, y bueno", mientras se va dando a "Siguiente" como si fuera el botón de "disparar" de las maquinitas de marcianos.


Todos los alumnos(la peña), desde nuestra ignorancia sobre la materia, nos damos cuenta de este hecho, pero sólo uno se aprovecha para su disfrute personal: "El listillo".

El listillo es un ser que formula toda clase de preguntas al profesor con el único objetivo de dejarle en evidencia.
El profesor, Paquito, debe realizar una maniobra similar a la utilizada con el "Preguntón" pero a su vez, intentar devolver el golpe al listo.

En este punto lo de saltarse los temas se vuelve innecesario. Paco se volcará en derrotar al listillo y para ello comienza a "enredar en su ordenador".

De un curso de 50 horas tranquilamente 10 se dedican a ver al profe enredar en su ordenador. Es el momento de mayor tráfico en la red: mails, chats, revisitas a los periódicos digitales...

Después de un rato largo salpicado de comentarios del tipo: "es que esto está mal", "quizá lo vemos luego", "creo que sí, pero lo tengo que mirar mejor", el profesor decide dar por terminada la farsa. Pero ya nunca más será el mismo.

Sin embargo, si no tiene prisa, aún le queda un último cartucho para usar contra el listillo:
-"Si tienes un rato, al acabar la clase, miramos eso". Y cuando llega la hora de salir ahí se queda el listo, por listo, un ratito más con Paco, Paquito: de nuevo mi héroe.

Y así pasan los días, hasta que llega el otro día totalmente perdido:
El último día:

Para el último día siempre se deja lo más complicado del curso y puesto que el profe tiene intención de salir dos horas antes, se acaba siempre con un:
-"Esto es muy interesante pero no tenemos tiempo, necesitaríamos una semana más por lo menos". Paquito lo dice como con pena, como si si fuera por él veníamos hasta los sábados.

Total, que se limita a dar cuatro referencias tontas, que alguien apunta como si fuera el cabo de cuerda que te arrojan para guiarte en un mar de dudas, y se pone a repartir los odiosos test de evaluación:

Valora de 0 a 5
El curso cumple las expectativas: 0 1 2 3 4 5
El material entregado es el adecuado: 0 1 2 3 4 5
etc...

¿qué has echado de menos en este curso?

¿te gustaría recibir más formación relacionada? ¿cuál?.
Aquí te dan ganas de contestar: "No, por favor".

Mientras hacemos y entregamos los test hay gente que se pasa las direcciones de correo para no perder el contacto. Paquito también da la suya. ¿Tú le has escrito?... y se pone a recapitular sobre lo dado en el curso.

Por no liarla mucho al final, esta recapitulación se basa en contarnos su vida:
-"Yo he estado en una empresa donde usaban esto o aquello".
-"¿De qué empresa sóis?...yo conozco a un tal Luque, que es gallego...".
-"La verdad es que este curso está muy completo, es la primera vez que lo doy".

-"Venga Paquito, quítate la máscara, unas cañitas en el bar de abajo y me lo cuentas todo...". Esto lo pienso pero llegado el momento tengo más prisa que todos los listillos, preguntones y paquitos juntos.

Al llegar a casa coloco los manuales junto a las revistas de Fotogramas, me noto menos cansado gracias al horario tan conciliador con la familia que he gozado y me arrepiento de no haber usado más el correo de forma obscena.

El próximo curso, de macramé.

lunes, octubre 16, 2006

El curso (Segunda parte)

Hoy he empezado el curso. Nada que ver con los cursos de los que se nutre el post anterior. Bueno, un poquito sí, pero demos algo de cuartelillo y mientras retomemos lo que ocurre tras el break-desayuno o desayuno-fast, lo que los anglosajones llaman el breakfast, ya ves tú.

El caso es que tras el descanso se nota menos tensión en el ambiente, ya sabemos de qué va la cosa, tecleamos en el navegador "marca.com" o cualquiera de los supergigamails que tenemos, y nos ponemos a enredar entre prueba estúpida y prueba superestúpida.

Porque no nos engañemos, los ejemplitos de los cursos crispan más que Rubianes de pregonero en Valladolid, por poner otro ejemplo.

La obsesión de todos los alumnos(la peña) es hacer el ejercicio muy rápidamente para que los demás no piensen/pensemos, que son tontos. No saben que si pensamos que son tontos da igual la celeridad con la que resuelvan el ejercicio. Somos así y de un vistazo hemos puesto más etiquetas que un reponedor del Caprabo.

La gracia en todo esto, es que el profesor, en un arrebato de labor pedagógica inclasificable, va dictando y apuntando en la pizarrita de plástico la solución. Con lo que la única opción que nos queda a los infelices alumnos es copiar, más o menos rápido, ésta.

¡Qué triste!

Tras el ejemplito de los cojones el profesor se ve con la necesidad de "avanzar", aún no sabemos hacia dónde. Y llega el momento de "saltarse un tema".
-"Este tema os lo miráis en casa porque no es muy importante y vamos muy justos de tiempo".
O sea que es el primer día, aún no hemos hecho prácticamente nada y ya vamos justos de tiempo.
Luego comprendes que todo lo que es un poco complejo es lo que Paquito denomina "no es muy importante".

Pero Paquito no va a salir tan airoso como piensa, porque hay algo que no puede controlar, se trata de "El preguntón".

El preguntón es una persona que no puede estar más de cinco minutos callado y que, en cuanto le dan algo de coba, se arranca para no parar.

Las primeras veces se le puede sortear con un "permíteme que acabe de explicar este punto y luego contesto a tu pregunta".
Pero al profe le pasa como a la señora del restaurante el Canete que te dice "No tenemos mesa, tendríais que esperar", que lo que espera es que no insistas.
Si insistes, se desmarcan con un:
-"Ya no tenemos menú, bueno, tenemos uno de 20 € pero ya la cocina está casi cerrada". Y te lo dice mientras treinta curritos se hinchan de vino y casera (gaseosa de marca) y carnes grasas.

Pues Paco piensa que el preguntón no va a volver a la carga, y le mira de reojo mientras, como Sherezade, enlaza un punto con otro hasta que llega el siguiente descanso. Momento que aprovecha el preguntón, que ya no tiene amigos, para pegarse a la camisa de nuestro adorable formador.

Éste intentará zafarse de él con retórica de salón y empatía gestual sin advertir que un alumno aún más peligroso le espera sentado en el aula..."El Listillo".


Continuará...

jueves, octubre 12, 2006

El curso (Primera parte)

La semana que viene voy a un curso. Espero que me ayude en algo. Los cursos, por lo general, no ayudan en nada. Pero no hay que ser catastrofistas. Aunque, basándome en mi experiencia personal, mis expectativas se reducen a:
1) Un buen manual que me ayude en la estantería a tener más presionadas las revistas de Fotogramas.
2) Un horario mejor que el de mi oficina: Entrar después y salir antes.
3) Un PC con conexión a internet para mandar correos obscenos a los compañeros que se han quedado currando.

Para empezar, cuando uno va a un curso, por ejemplo, de una semana, debe asumir que el primer día y el último se pierden.
El primer día:
El profesor dice que se llama Paco mientras nos entrega el programa del curso. La peña(los alumnos) van llegando poco a poco por lo que, si eres de los primeros, se te graba a fuego que el profesor se llama Paco y que lo que te entrega es el programa del curso.
En esto se pierde, fácilmente, media hora. El tiempo más que suficiente para escrutarnos los unos a los otros, identificar a la piba que está buena, si la hay, y si no, ir rebajando requerimientos hasta que una esté "medio qué" e identificar al listillo, al perdido y al preguntón.

Siempre hay uno que enciende el ordenador sin que nadie le diga nada. Esto provoca en el profesor la necesidad de marcar el ritmo:
-"Ahora os digo el usuario y la password con la que os tenéis que conectar". Que en realidad significa: "Deja de tocar el puto ordenador que ni te imaginas el tiempo que falta para que lo enciendas, listillo de mierda". Y mira por encima de las gafas al que pulsó el "Power".

Efectivamente, aún queda un rato, porque, mientras vuelve a decir que se llama Paco, cosa que hace cuando estamos todos (aunque nunca tenemos esa certeza) nos propone el absurdo juego de las presentaciones: A saber: Hay que decir cómo te llamas, a qué te dedicas, qué conocimientos tienes relacionados con el curso y qué esperas de éste.
Es maravilloso.
"Hola, me llamo Javier y trabajo en Sulijain Ibérica como responsable de pepinillos. Trabajo con tal y cual y espero aprender y tal".
Otro.
"Hola me llamo Sergio y soy gerente de la cuenta Sanitaria de la South Zone de Madrid".
Y siempre hay uno que dice: "Yo estaba sin hacer nada y me han mandado para acá". (Este es el más peligroso con diferencia).

Después de escuchar a todo el mundo tirándose el pisto sobre lo que hace y sabe, el profesor nos indica, como si fuéramos a ensamblarnos con un módulo espacial en órbita, cómo podemos acceder al terminal.
-"Ponéis, tú: 'curso01',tú: 'curso02',tú: 'curso03' y así". Y nos va señalando con el dedo. Y lo repite muchas veces. Porque en los cursos, lo que es importante o lo coges al vuelo o nada, pero las mariconadas se repiten abusivamente.

Antes de que le de tiempo, alguien dice: -"¿Y la password?". Y Paco, el profe, dice con satisfacción: "La password es la misma que el usuario".
Yo en ese momento pienso: "Paco, te idolatro".

Que accedas al ordenador no significa nada, no quiere decir que lo vayas a poder utilizar, pero da presencia.
Ahora, una vez que estamos todos mirando la pantalla como si nunca hubiéramos visto el icono de Internet Explorer, nos comenta:
-"Los manuales aún no los tenemos, pero los están preparando y me han asegurado que mañana estarán". Lo dice como si le hubiera montado un pollo a la persona encargada para ello. (Con suerte, los manuales te los dan el penúltimo día).

Llevamos hora y media cuando Paquito (ya hay confianza) dice: "Vamos a empezar con una pequeña introducción". Entonces enciende el proyector de transparencias. La imagen sale distorsionada y al revés. Empieza a cacharrear. Realmente, de un curso de 50 horas 5, aproximadamente, se dedican a ver cacharrear al profesor, así que lo asumes.

Cuando por fin se ve bien la primera lámina, le da por contarnos un monólogo sobre la importancia del curso, la estructura y la metafísica, que es un discurso comodín para cualquier curso.

Son las 11:30 de la mañana, hacemos un "break" para un café y algún bollito y, mientras mantienes una conversación insulsa con tus compañeros de curso, te das cuenta de que aún no has aprendido nada. Bueno, sí, que el profesor se llama Paco.
Continuará...

jueves, octubre 05, 2006

Un hecho puntual

Me estremece leer que el director del colegio donde supuestamente se ha producido acoso escolar sobre un alumno haya reaccionado así:
1)Denunciar al padre del chaval por robar el vídeo.
2)Decir que el chico es diferente.
3)Decir que es un hecho puntual.

Lo de la denuncia al padre por entrar en el colegio y arrebatar a uno de los acosadores el móvil con la grabación lo puedo entender. Aunque entiendo más al padre.

Lo de decir que el chico es diferente suena a : Si el chico fuera un hijo de puta como sus compañeros seguro que no tendría problemas. Este es un colegio de fuertes, no queremos a los débiles.

Y lo de decir que es un "hecho puntual" es lo mejor. Es como si el jardinero practica sexo con su señora esposa en un arrebato de locura y cuando le pilla el director dice el repasador de césped: "No se preocupe señor, es un hecho puntual".

Es muy gracioso esto del "hecho puntual":
Por ejemplo: Truman, un Truman mucho más siniestro que yo, podría haber dicho que lo de las bombas atómicas de Nagasaki e Hiroshima eran un hecho puntual.

-"Señor agente que yo pego a mi mujer sólo los viernes por la noche, lo cual puede calificarse de hecho puntual".
-"¡Ah!, bueno, entonces nada, circule, circule".

Así que hoy, de forma puntual, me gustaría ir al colegio en cuestión y coger de la pechera al necio director a ver si ese acoso también le parece "un hecho puntual".

lunes, octubre 02, 2006

Sacar billete

El otro día tuve que ir a Atocha a sacar un billete. Iba ya con el equipaje, por si había una plaza libre en el AVE para el sur.
4 bultos, sin contarme a mí mismo: bulto sospechoso donde los haya.
Me puse en la cola de “Salida inmediata”. Delante de mí unos niñatos maleducados que querían cambiar un billete y una chica que iba a Pamplona (no llevaba ningún mantecado en la boca, gracias a Dios).
La chica de Pamplona se fue a otra ventanilla, que abrían especial para su tren, con lo que me quedé con los memos.
Mientras íbamos avanzando e iba empujando con el pie una de las bolsas que llevaba, una viajera inesperada se puso en la fila paralela a mí. Era como si reclamara mi puesto. Un poco como en las carreras fernandoalonsianas o pedrosianas, nos íbamos tocando con los bultos.
No sé si se pensaría que me había colado en la fila o qué. Estuve tentado varias veces a decirle: “¿crees que vas antes que yo?”. Lo hubiera preguntado por cortesía, aunque no hubiera usado ésta para dejarle pasar delante de mí.
Al final, llegando a la línea de “Espere su turno” y mientras los maleducados yogurines increpaban al taquillero(no había billetes para cambiar el que llevaban), doy un último empujón y le saco ya un cuerpo, suficiente para ir tranquilo hasta el renfero.

No había billetes para “hoy” así que me tuve que salir de esa fila y sacar un número para “Venta anticipada”.
Me dieron el 49, iban por el 640 y pico y en el 699 daba la vuelta al contador. Esto lo ponía en el ticket pero hay que leerlo.
Me fui a un lateral de la sala con mis paquetes y me puse a observar el vodevil que transcurría a mi alrededor.

Al tío que daba los números se le acercaron como novecientas personas reclamando lo mismo: “¿Cómo es que va por el 640 y pico y tengo yo el 73?”. Y el colega lo explicaba resignado una y otra vez.

En esta misma cola había un varón de unos 30 años, con su jersey de punto y su móvil última generación (los pantalones eran más bien generación Cuéntame). Por éste hablaba a gritos con la que entendí que sería su novia:
-“¿DÓNDE ESTÁS?, ¿DÓOONDE ESTAAAS?”-
Y seguía: -“Te dije que estuvieras una hora ANTES. Aquí hay MUCHA GENTE y VAMOS A PERDEEEER EL TREN”.
Y continuaba:
-“Pero ¡DÓNDE ESTÁS!. Esto ya te lo había dicho, ya te lo HABÍA DICHO”.
Y cuelga. La cara roja, el cuello tenso y a la vez un halo de tristeza recorría su ser.
Yo, que soy un malpensado, porque es que soy un malpensado, pensé:
-“Ella le está poniendo los cuernos, fijo”.

De pronto, al fondo, en la ventanilla 19 se oyen gritos de blasfemias marroquíes. No sé qué decía aquel viajero por su boquita. Al parecer quería cambiar un billete y la señorita de la ventanilla, denominada por el viajero como “hija de puta”, no se lo quería dar.
Hay gente que no entiende que si compras un billete, pierdes el tren y lo quieres cambiar para otra hora, primero tiene que haber plazas en el tren que quieras coger. Pero no, algunos creen que el billete es como un salvoconducto para viajar por todo el país o como las pulseras de los parques de atracciones, y que se monta primero el que anda más listo.
El moro no se quería ir y se puso muy tarasco. Al final vino un trabajador de seguridad y se lo llevó de allí muy diplomáticamente.

A mi lado había una pareja de negros: Él negro, ella negra. Lo que se conoce comúnmente como de raza negra. Esperaban sentados y pacientes a que les tocara su turno. Y pensé, no mal pensé, simplemente pensé: “La cantidad de extranjeros que hay aquí sacando billete. Serán emigrantes, inmigrantes o trashumantes. Da igual. Aquí la gente tiene dinero y lo gasta. Porque da la impresión de que la gente que nació en otros paises y vienen al nuestro, sólo han venido a quitarnos nuestro puesto de trabajo, a robarnos nuestros chalés y a llenarlo todo de locutorios. Bueno, pues resulta que también consumen y hacen que el motor económico se mueva”.

Todo esto me dio tiempo a pensarlo porque claro, me quedaban muchos números aún.
En esto que viene el moro otra vez dando gritos, y yo, de nuevo, mal pensé: “Este se ha ido a su casa y viene ahora a inmolarse”. Mal pensé, lo sé, pero es que menuda tocada de huevos tuvimos en Madrid...y claro, asocias ideas.

El de seguridad, que tenía más paciencia que Juan Imedio co-presentando con Carmen Sevilla, le decía: “No te van a atender en ninguna ventanilla porque no hay billetes para tí y además has llamado ‘hija de puta’ a la señorita”. Y se fueron de allí “cogidos de la mano”.

Luego, en una fila para sacar billetes vi de nuevo al cornudo aparente. Con el móvil en la mano, discutía acaloradamente con la chica de la ventanilla. La chica mostraba cara de circunstancias, escondiendo los labios hacia dentro mientras movía la cabeza en universal negación. El chico, derrotado, se da la vuelta y se queda a un lado, apoyado, pensando qué hacer. Está abatido, la ira del primer momento se ha desvanecido ya y ahora sólo le queda tristeza.
Se fue, aunque no lo ví, quizá me despisté siguiendo alguna que otra “maleta” que se cruzaba por mi vista. Me imagino que él cogería el tren y decidiría por el camino si la dejaba o no.

Los números seguían pasando y la gente preguntando al colega de los papelitos: Ahora ya no cómo podía ser que tuvieran el 72 si iba por el 650. Ahora preguntaban a qué ventanilla tenían que ir. El panel informativo muestra: En una casilla el número que toca y en otra el número de la ventanilla. Pero a la gente hay que explicárselo, porque ellos van con mucha prisa y tienen que coger el billete ya. Los demás no tenemos prisa, nos gusta pasar el rato allí, igual que los jubilados que miran cómo van las obras.

Todavía no me toca y veo cómo llega una chica, con el pelo mojado, corriendo y preguntando a todo el mundo. Se va hasta una fila de las de salida inmediata, cambia su billete mientras no para de mirar ó marcar el móvil, y se va. Y yo, que sigo revenido, pienso: “Esta es la chica de los cuernos. Al final va a tener suerte la cabrona y se pira en el siguiente”.

El 49. Mi número. Me toca una ventanilla donde hay un señor con una peluca que parece como el pelo de los Airgamboys. Es como una sóla pieza. El señor, muy amable, me realiza la gestión. Por fin tengo billete. Me hubiera gustado despedirme de los que aún seguían allí y que, tras hora y media de espera, se habían convertido en mi telecomedia particular.
Bueno, otro día, otro viaje, otro billete.

La respiración contenida

De un día para otro vino la hostia y cortó la respiración. Un virus malo, malísimo, llega, se expande, mata, colapsa. De un día para ot...