Me refiero a la poca dignidad que les permitimos conservar a los viejos.
Los viejos, para entendernos, aquellas personas mayores que empiezan a tener algún desequilibrio funcional que les hace vulnerables, achacosos, torpes, flojos, medicados, dependientes,...
Algunas personas que cuidan a su gente, o que lo hacen de forma remunerada, no saben cuidarlos fundamentalmente por una cosa: NO LOS RESPETAN.
Un viejo puede tener la orina floja, pero eso no le convierte en un gato al que poner un bol de arena para que mee allí.
Puede tener lapsus mentales, llamar Juanito al que se llama Andrés o salir en pijama a la calle, pero eso no le convierte en un pez buscando más agua tras el cristal.
Puede tener problemas de movilidad, ir en silla de ruedas o con bastón, pero esto no le convierte en una mesa camilla o en la mesita del teléfono.
El viejo se puede incluso estar muriendo, semiconsciente, semiinconsciente, con todas sus estadísticas vitales revolucionadas y cambiantes a cada hora. Pero esto no le convierte en un saco lleno de fluidos.
Un viejo puede un día no tener ganas de comer o puede que no le guste la comida. No hay que metérsela por un embudo, ni atarle, ni gritarle.
Un viejo puede tener el sueño cambiado y querer ver la tele a las dos de la mañana. No hay que meterle en la cama a la fuerza, ni atarle, ni gritarle.
No hay que atarle, no hay que gritarle. Hay que respetarle.
Los viejos tienen apetencias, opinión, derecho a ser informados, derecho a dudar, derecho a almorzar mal, derecho a protestar.
Así, cuando se muera, cuando haya pasado su vida con la dignidad ilesa por nuestra mano, podremos conseguir un día ser viejos dignos.
Si no, seremos unos mierdas.
