Aprovechando que me he pasado por la página del Evento Blog España y apoyando su celebración en la edición de 2007 con el banner que he puesto por ahí, he leído el manifiesto final que se elaboró tras la conclusión del evento y a partir de las conclusiones generadas y las aportaciones del mundillo bloguero.
Se habla mucho de opinar, de libertad, de respeto. De que los blogs han cambiado la comunicación, la información. Está muy bien.
Sin embargo yo, cuando leo un blog, un periódico incluso un anuncio de pisos me es inevitable (imagino que a los demás también) valorar la credibilidad del informante.
Por eso, cuando Camacho sale en la tele, retotollúo como está, con su camisa blanca, paseando por la playa, y me ofrece irme a comprar un chalecito al lado del suyo me lo creo más, me apetece más, que cuando me lo ha ofrecido, cinco segundos antes, el director general: un joven calvito prematuramente y sin una gota de color en su piel.
Camacho vende, porque se piró del Madrid en cuanto Florentino Pérez le tocó los huevos, al menos eso dicen. Y antes, en su primera intentona, ni siquiera comenzó la temporada, por otra tocada similar (o eso dicen).
Yo, que soy mucho de arrebato (arrebatamiento, que diría Carlos Jesús, el de: “Al mundo vendrán, derentro de poco, terece millone de nave…”), le escucho y sus palabras me merecen credibilidad.
Y me equivoco, porque está haciendo un anuncio publicitario y ni él mismo sabe si los chalets los derribarán dentro de 3 años o si el sistema de aguas horizontales está hecho una mierda, valga la redundancia.
Y es que cada uno asume como verdad aquello que más concuerda con lo que desea que sea verdad.
Por eso nos creemos rápidamente cuando dicen que tal famoso es gay o tal cantante cutre vive en un piso con una tortuga vestida de folclórica. Si nos cuadra, nos lo tragamos y asimilamos sin más.
Ni hablar ya si nos ponemos a valorar informaciones políticas: Siempre son corruptos los del otro bando (porque se empeñan en que haya dos bandos, los muy jodíos), y siempre son "guays" los del nuestro.
Si me regalan una revista bien encuadernada y con papel del bueno y en ella pone que Scarlett Johansson es un tío, seguramente me lo creeré más que si me lo dice un fanzine que regalen en el metro. Aunque realmente, qué más da.
Así es la credibilidad, está sustentada por la imagen. Por eso admiro al que agudiza la vista y despeja la oreja y es capaz de ver un insensato en un tipo agradable, serio y cordial y un artista extravagante en un jubilado de jersey de pico.
Al que sabe interpretar un "tranquilo, no hay prisa", un "me pareces un tío de puta madre" o un "está muy-muy-muy bien".
Al que sabe atrevesar el iris y llegar incluso más allá del miocardio y al que sabe guiarse por el olor de la honestidad y en definitiva de todo lo que puede inspirar belleza.
Y admiro a la gente que también me ve a mí. Que como dice aquel: “No es lo que tengo, es lo que soy…”.
Truman: Ex-Trabajador de oficina. Incansable observador. No deja títere con cabeza. Su lema: "Cuando no tengo otra cosa que hacer, trabajo".
domingo, julio 15, 2007
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