Aunque las luces se empiezan a poner más o menos en noviembre. Es en el puente de la Constitución cuando se revoluciona el tema navideño.
La gente empieza a comprar regalos, a ponerse pelucas de colores paseando por la Puerta del Sol, a pillar décimos de lotería, a ver el Cortylandia y a decorar la casa.
Unos ponen árbol; otros belén; otros árbol y belén; otros árbol, belén, reno de luces y Papá Noel escalador. Lo que más destaca, desde fuera, es eso: balcones llenos de estos papás noel, que más que escalar, parece que están intentando enderezarse de alguna putada infantil que los ha llevado hasta allí. Algunos permanecen ahí hasta que un cantaor de saetas se asoma y dice "¿Qué hace esto ahí, pisha?".
Otra cosa a destacar es la cantidad de luces que pone la gente, en plan macrodiscoteca, que ya no sabes si allí se va a cenar o van a pasar directamente a los tripis y al progressive.
y por encima de todo, la navidad comienza con los primeros niños que se hinchan a tirar petardos, cohetes y misiles tierra-aire enfrente de tu casa. Yo, que soy de poca proliferación nuclear, tengo en esos instantes ganas de pillar algo del polonio ése que circula por ahí para echarlo por la rejilla del portal, en defensa propia, claro. En eso soy muy yanqui.
Pero hay algo que, en la oficina, marca un antes y un después en el período navideño: La cena de Navidad.
La cena se organiza de manera más o menos corporativa, es decir: A veces, la secretaria/o de turno es la que hace la convocatoria, reserva, informa, etc. Otras veces esta labor la lleva alguien del grupo de trabajo que se ve con fuerzas y voluntad para ello.
La pregunta más frecuente durante esta semana es: "¿Vas a ir a la cena?".
La respuesta tipo es:
1)"Sí, claro", si vas a ir o te vas a escaquear en el último momento.
2)"Aún no lo sé", si no vas a ir y te vas a escaquear en el último momento.
Pocos se ponen en plan sincero y dicen:
"Paso de ir...por cierto ¿tú quién eres?".
Si dices que vas, de pronto, gente que jamás te saluda en la máquina de café, se siente con la obligación de hacerte algún comentario, nada original, nada estimulante, como el mismo café. Tú contestas con igual giro artístico, dejando la cosa en empate.
Luego, si te ves en la cena, o si coincides en la misma mesa, será más fácil romper el hielo. (Algunos quieren beber tanto, que el hielo no lo rompen, se lo comen).
Y llega el día, la gente queda más o menos con "los suyos" y alguno aparece por allí más solo que Darth Vader en Nochebuena.
Pero fácilmente se integra en cualquier círculo gracias al espíritu navideño de buen rollo.
La peña se sienta donde puede y comienzan los camareros a traer platos y vinos a diestro y siniestro. Todo en plan chuletón sangrante o pescado super-a-la-plancha. Da igual, aquí hemos venido a cocernos, eso lo sabe muy bien el del restaurante.
Por eso, al final de la comida, se pone a repartir chupitos al personal para que se vayan con un buen sabor de boca...y para que se vayan, vamos.
Luego se traslada la comitiva hacia un bar de copas con capacidad suficiente, es decir: uno donde nunca hay nadie y donde pincha el cuñado de uno que habla mucho durante la cena.
Aquí, a pesar de que se organice todo por grupitos, el alcohol crea un clima de hermandad total, que hace que gente desconocida se te acerque con comentarios del tipo:
-"La primera vez que te vi pensé que eras un gilipollas...pero ahora me caes bien". Que en realidad quiere decir: "Sigo pensando que eres un gilipollas pero te he cogido cierto cariño".
ó
-"Tío, eres un tío de puta madre, de puta madre, tío, de verdá, creerme, de puta madre tío".
Aquello se convierte en un comedero de orejas, ¡quién tuviera el punto G pegado a la patilla izquierda!
Se inician conversaciones inacabables sobre cómo hay que gestionar esto y aquello. Normalmente aquí uno habla y otro sólo dice: "Sí, sí", o directamente asiente con la cabeza.
Como la música está alta, no te enteras de casi nada de lo que te dicen, ni acercando oreja, oiga, pero asientes igualmente y sonríes mucho. La clave está en sonreír, que es como darle la razón. El problema viene cuando se te queda mirando, sin decir nada. Es el momento de decir: "Perdona, no te he oído bien". Para a continuación seguir con la misma estrategia.
Aquí, como en la naturaleza misma, se tiende al punto medio: El que habla sin parar está más borracho que tú, pero como no para de hablar, se le va pasando. Mientras, tú, que sólo sonríes y asientes, no paras de pulirte un cubata tras otro. Al final estáis los dos igual de borrachos y os váis a mear en armonioso equilibrio.
Otros acercamientos son más propios de fiestas adolescentes. Porque la cena de Navidad suele ser el punto de inflexión en muchas relaciones personales. Y para bien o para mal, tres o cuatro rollos entre compañeros caen fijo.
Pero aquí hay que diferenciar: Porque darle un muerdo en mitad de la pista a tu compi mientras tientas su trasero como si estuvieras buscando la sandía ideal puede pasarte factura. La gente se olvida que hay vida después de la fiesta. Se olvida.
Otros acercamientos, menos lícitos, ocurren entre señores/señoras mayores, que de pronto se encuentran hablando con jovencitos/jovencitas que les ríen las gracias y se dejan invitar a cubatas de importación. Normalmente, esta gente mayor no ocupa, precisamente, el puesto de bedel, claro. Y llevan todo el año(o no) yendo a cenar con los críos al Foster Hollywood, que así están los niños, ya lo dice la ministra-supernanny.
Una cosa que siempre me ha llamado la atención es comprobar que, es ocupar un puesto de determinada importancia y automáticamente te conviertes en un cachondo mental. Absolutamente todos tus chascarrillos tienen gracia. Eres el Arévalo de la oficina.
¡Qué maravilla!
Al final, alguien se acaba agarrando al jefe por el cuello mientras éste(que suele ser el que está más cocido)intenta lanzar una patada a lo David Bisbal.
Luego cada mochuelo a su olivo, algunos a otro olivo y todos con ganas de que al día siguiente no hubiera que ir a currar.
Pero hay que ir, ¡qué caritas!¡ni el papa noel escalador!
Otros rezarán para que la puta foto haya salido tan mal que no se les reconozca. ¡Ay la Navidad!¡qué tendrá la Navidad!
Truman: Ex-Trabajador de oficina. Incansable observador. No deja títere con cabeza. Su lema: "Cuando no tengo otra cosa que hacer, trabajo".
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