miércoles, mayo 31, 2006

Mi paso por La Sexta (Parte II)

La prometida segunda parte de “Mi paso por la Sexta” ya está aquí.

Un día me llaman al móvil ( la gente suele escribir “un buen día”, pero ya no me acuerdo si era bueno o qué). Eran del concurso de La Sexta. Una chica con una densidad de “eses” en su verbo mayor del habitual me dice que si puedo ir a grabar el jueves a las 9:00 en los estudios que tienen por la “Ciudad de la Imagen”. Acepto.

Envío un mail a M4rt1n y a F.

-“Suerte maestro”, me contesta el primero.

- “ “ , recibo del segundo.

Luego me comenta:

-“Claro, como yo no conté un chiste…”. F. es así, el dicho de “Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña” no encaja en su filosofía de vida. Él puede esperar años a que la montaña venga a él.

El caso es que me tengo que preparar para el concurso:

1)Me dijeron que no llevara ropa ni negra, ni blanca ni a cuadritos chicos ni a rayas finas, así que me cojo mi camisa marrón, una que me quedaba bien y ahora puede que también. Tengo algunas camisas a lo “Chiquito de la Calzada”, que me las ponía antes de que él saliera, pero no podía ser. ¡jarlll!

2)Grabo los programas que emiten los dos días que restan para ir a grabar, por si pillo la mecánica del concurso. Enseguida lo pillo: “Hay que tener suerte”.

Y llega el día “J” (“jota” de jueves, no más).

Me levanto más tranquilo de lo que pensaba. Mi camisa planchadita en una percha, me ducho, desayuno y me voy con mi coche hacia “La Ciudad de la Imagen”.

Imagen lo que es imagen, poca: El edificio está en obras. Veo cómo llega un autobús y se baja gente de todos los formatos posibles. Supongo que es el público.

Subo unas escaleras y en recepción pregunto por la chica que me llamó.

Me dice una secretaria: -“¿Vienes a concursar?”.

Todo obediente, digo: -“¡Pasapalabra!”. No, la verdad es que digo: “Sí”.

-“Espera ahí”, me dice. Y me siento en un sillón.

Dejando un sitio en medio se encuentra sentado un individuo con botas de punta, chaqueta a lo “Emmanuel” (aquel cantante mejicano que cantaba lo de...”Detenedla ya, que es una ladrona...detenedla ya “ ) y una camiseta rosa, como su estilo mismo.

En la fotocopiadora la secretaria ayuda a un chaval: -“El DNI”, pienso. -“Otro concursante”.

Tras una breve espera aparece la chica de la productora, un poco agria, y nos dice que la acompañemos.

Bajamos por una escalera y llegamos a una sala de maquillaje; lo deduzco porque tiene espejos con bombillas en el marco. Voy sobrado.

Enseguida aparecen dando los” buenos días” dos chicas muy majas, una maquilla y la otra peina.

La de la productora nos da un contrato para leer y firmar y las bases del concurso y deja una bandeja de bollos para que desayunemos. Yo paso, porque estoy desayunado ya.

Comienzan los maquillajes, el colega Emmanuel parece conocer a la gente de por allí. Es el típico pellejo antipático y no para de rajar de este y del otro. Jesús Mariñas a su lado parece más discreto que el secretario personal del Papa.

El chaval del DNI parece majete, se presenta y tal, aunque el ambiente está bastante frío. Yo pienso que influye también que es muy temprano aún.

Para el concurso hacen falta cinco concursantes y allí estamos sólo tres. Enseguida llega una chica. Muy seria y sin mediar palabra con nadie, se ponen a peinarla.

Cuando llega mi turno la peluquera me dice que si me echa gomina en el pelo. Estoy por decirle que me lo carde un poquito y me dé unos reflejos, pero me corto y le digo que prefiero llevarlo como lo traigo, es decir: limpio, escaso por arriba y acomodado por mis propias manos.

Así, paso directo a maquillaje. Para quitar los brillos y demás. A punto de decirle que me haga la raya de los ojos en plan “Johnny Depp” en “Piratas del Caribe” o, más de aquí: “Txus” de Mägo de Oz. Pero también me corto.

Estoy maquillado cuando aparece Micky Nadal por allí, dando los “buenos días”, desvariando un poco y saludándonos.

Acaba de llegar otra chica, la última que falta para completar los cinco que vamos a concursar. Rápidamente se ponen a peinarla y demás.

Luego se ponen con Micky, le arreglan un poco …ya vamos tarde…

Oz

…nos vamos para el plató.

Yo nunca había estado en uno, ni siquiera de público. Sin embargo, no estaba nervioso.

Nos colocan los micrófonos, hacemos pruebas de sonido, nos explican cosas, las pausas que se hacen, en fin, lo normal.

Mientras, Micky se dedica a “calentar” un poco al público para que jalee y aplauda y demás. Se hacen varias tomas del público y nos ponemos a grabar.

Entra Micky, la gente aplaude, suelta dos chascarillos y entramos nosotros en escena.

Empieza la ronda de presentaciones. Cuenta algo de nuestras biografías (de lo que nos sacaron en el casting, claro) y hace alguna gracia.

Yo le sigo la corriente pero asumo que el gracioso es él, así que no me paso de listo. Estoy tranquilo y a gusto, aunque no sé cómo habrá quedado.

Empieza la primera prueba: Una ronda de preguntas donde hay que poner un porcentaje marcando en un teclado de ordenador. El PC está oculto tras el atril.

Dicen la pregunta, marcamos y…”¡Para, para, para!”, el regidor se da cuenta de que algo no va bien: Los números no se visualizan por pantalla. Nos habían explicado mal cómo se imputaban.

“¡Silencio!....empezamos desde la pregunta, Micky”. Micky lo repite, marcamos y ya sale.

El Micky intenta levantar la sosería del concurso y los concursantes como puede. Está un poco salido y siempre se le ocurren cosas muy Pajares-Esteso, qué le vamos a hacer.

Paso la primera ronda, “’¡uff!, ya no soy el primer eliminado”. Mi obsesión era no quedar el último. Pero vamos, que a la siguiente ronda, ¡zas!, “pa`fuera, pa`la calle”.

La verdad es que estaba jodida la cosa, ¡menuda preguntita! Me despedido y salgo de cámara: Cubierto de gloria. Me siento en un asiento entre el público a ver el resto del programa y me siento bien.

Desde allí veo cómo caen uno tras otro hasta quedarse con una chica que sonreía mucho: por actitud y por volumen dental. Había llegado a la final tras eliminar en la última ronda al Emmanuel. Y yo que me alegro porque estaba de un subidito el niño…

Micky, igual que a todas, la mira como si se la quisiera follar.

Para la final salimos el resto de concursantes a cámara como para animar. Que en realidad es para animar a que pierda la pobre chica. Porque si pierde, nos dan una parte del premio y si no, nos quedamos a dos velas.

La chica pierde nada dignamente. Acaba el programa, nos vamos para los camerinos y me hago una foto con Micky, que ya se prepara para el siguiente.

Me voy para la oficina contento de mi primera aparición televisiva, me encontré a gusto y con 368 euros más. No está mal. ¡Ah!, y una trolley de regalo.

Al llegar a la oficina, cuento cómo fue.

A estas alturas ya no creo que llamen a M4rt1n y a F. En cualquier caso, tanto si los llaman como si no, si concursan bien como si mal, los llamaré “torpes”.

Si vas y no ganas, porque hay que estar más “espabilao”.

Si vas y ganas, porque las preguntas son tan tontas que sólo alguien muy torpe puede acertarlas.

Y si no te llaman, ni te cuento…

Esta crónica debe acabar con mi aparición real en pantalla y por eso se ha hecho esperar.

El otro día emitieron el concurso. Salí más serio de lo que creía, aunque estoy bastante guapo, la verdad. Por lo menos mi padres pueden estar orgullosos de mí, les llevaré la cinta con el programa para que disfruten viendo a su hijo defendiendo con orgullo sus genes. Ya que ellos, no cogen LaSexta y si no les llevo la grabación y los controlo, pasan de verme, la verdad sea dicha.

¿Lo próximo? Bueno, esperaré un tiempo, no quiero quemarme demasiado, es mejor que el público te eche de menos. Quizá una gira teatral, uno siempre vuelve al teatro.

De fondo, en mi mente, escucho la dulce voz de Concha Velasco: “Mamaaaaá, quiero ser artisssstaaaaa, ¡oh mamaaaá!”. Y me vuelvo a sentir bien, otros fruncen el ceño.

jueves, mayo 25, 2006

Los ruiditos

Soy un poco cascarrabias, lo reconozco. Y me crispo con facilidad. Una cosa que me crispa hasta dejar ronchas en mi piel son los ruiditos improcedentes.
Mi compañero ha traído una bolsa de kikos a su puesto. "¡Crack!"... "¡crack!", "¡cra-crack!". Veinte minutos de "craquidos" que no podía dejar de sentir incluso con la música de Metallica a toda leche.
A veces necesito irme a dar una vuelta, rellenar la botella de agua, mandar algo a la impresora, salir de allí.
Otro ruidito que no soporto es el de mover el café con el palito de plástico con demasiada dedicación, rascando el fondo del vaso: "¡Rash!", "¡rash!", "¡ra-rash!". Un compañero que tenía lo hacía y me dan ganas de levantarme y soltar una hostia con la mano abierta en el vaso o en la cara o en ambos. Me crispo con facilidad.
Más ruiditos: "Oir masticar chicle con la boca abierta". No es que me moleste que alguien mastique chicle mientras tengo la boca abierta, sino mientras la tienen ellos. "¡chua!, ¡chua!, ¡chua-chua!".
Algunas personas incluso van acumulando chicles a lo largo del día y acaban teniendo como una segunda dentadura postiza mal sujeta que se mueve por su cavidad bucal como si tuviera vida propia, y ves asomar el tocho de chicle de vez en cuando por la comisura de los labios mientras te hablan y te miran como si no entendieras nada: "Lo entiendo todo", pienso. "Eres una guarra".
Luego, hay otros ruiditos que igualan la manía del ejecutor con la mía. Son los típicos golpecitos que da la peña una y otra vez con un boli en la mesa, o con los dedos, o peor aún: cuando se balancean en la silla y dan golpecitos con el pie en el suelo como si estuvieran cosiendo con una máquina de las antiguas. "¡cla-clack!, ¡cla-clack!, ¡cla-clack!".
¡No, basta, para, para!. ¿Quieres un chicle? ¿quieres kikos?...¿un café? Es como tener a Norman Bates sentado a tu lado. Dan ganas de salir corriendo.
Hay muchísimos más ruidos que me molestan, pero me quedo sin tiempo, tan sólo mencionar el ruido al sorber la comida: A mí de pequeño me dijeron que si quemaba, soplara. Hay gente a la que se lo dices y contesta:"A mí es que me gusta caliente".
"Caliente te vas a ir de aquí, hoy, si sigues sorbiendo así", pienso, pero callo y tarareo por lo bajo una canción; para aislarme. Seguro que a alguien le molestará este ruidito.
Porque al final, todos somos ruidositos.
Ahora, si mañana me ofrece kikos, le cojo la bolsa y me los como en plan "monstruo de las galletas" (triki) y no le dejo ni uno, ¡ni uno!
"¡Arrrrrgggggg!"

lunes, mayo 22, 2006

Ganaron los heavies

El fin de semana ha sido muy cultural.
El viernes fuimos a ver: “Espinete no existe” de Eduardo Aldán. Nos lo pasamos muy bien. Él tío no para. Casi dos horas de monólogo de humor trepidante.

Luego unas cerves por Vallekas: “Déjame ladrar en tu alcoba, no ves que se está encapotando el cielo…” (“El Drogas” colaborando con Marea).

El humor es cultura, como dice mi profe Jaime. El Rock, el Heavy Metal, también.

El sábado, en Eurovisión, ganaron los heavies. Finlandia ganaba por primera vez en la historia de la mano de un grupo con estética zombie-medieval, y sonido metalero. Acojonaron a más de uno al alzarse con el primer puesto de este cursi evento musical.
El líder en cuestión es purito a Santiago Segura con mascarilla para la piel.
Hoy he escuchado a un colaborador del programa de Olga Viza “El tranvía” en Radio Nacional (RNE) decir que “le repugnaba el grupo”. Podría meterme con él en los mismos términos, pero no lo voy a hacer. Yo creo que hay que respetar todas las tendencias musicales.

Por tanto, me encanta que hayan ganado los “Lordi”.
Nosotros tuvimos la oportunidad el año pasado con “Las Supremas de Móstoles”. Mucho más cercano a la masa votante eurovisiva que el puto “un blodimeri por favorrrr”. Y además cantan mucho mejor y son unas currantas de las de toda la vida.

Yo disfruto mucho viendo Eurovisión. De hecho, el sábado, estuve un rato viéndolo. A veces cambio de canal porque me da pudor aceptarlo. Y me pongo a ver un documental bonito o “salsa rosa express”. Pero es que me encanta ver las ropas, las coreografías, la estética.

Pienso en toda la gente que hay detrás de esos artistas que salen al escenario con esa emoción y esas ganas de representar a su país y de quedar lo mejor posible.

Pienso en el compositor de la canción, en el arreglista, en el coreógrafo, en el estilista, en el diseñador de vestuario.

Pienso en los agentes de los artistas, en los productores, en los responsables de contenidos de las cadenas de televisión, en los presentadores que “cantan” las puntuaciones que da su país. (“Guayominí, dí puá”)
Y pienso: ¿es que nadie tenía cojones para reconocer que la canción de las Ketchup era la peor de todas las canciones que se han compuesto alguna vez en la historia de la música en cualquier país, región, chiringuito, tribu, ecosistema, planeta o ente de energía?

Yo no había escuchado la canción hasta el festival. Parece que: o yo veo menos tele o les daba vergüenza promocionarla. Porque en otras ediciones nos han metido la canción hasta en el programa de “el tiempo”.
Lo primero que pensé es que gracias al “blodimeri” veía mucho más cercano el “Papi Chulo” del “Mediterráneo” de Serrat.

Luego, pienso en los turcos que votan a Turquía desde Alemania, en los moldavos que votan desde Ucrania, y en los rumanos que lo hacen desde España.
Pero sobre todo pienso en los hermanos de Andorra y los albanos (no confudir con el amigo de Lidia Lozano):
¿Qué pasó por la cabeza de esta gente para votar la canción de “Las Ketchup”? ¿qué tipo de lealtad o sentimiento de hermandad puede ser tan fuerte como para hacer algo así?
Las nenas de “El Tomate” deberían hacer una gira por estos estados, gratis.

Yo, por lo pronto, hoy me he puesto el directo de los Maiden “Live at Donington” que me ha pasado mi compañero el ruiseñor. Y he escrito un poco aquí.
Mañana, si puedo, escribiré algo del monólogo que tengo entre manos, que la visita al teatro del viernes, me dio ánimos para ello.

¡Vivan los Lordi, Viva Eduardo Aldán!

jueves, mayo 18, 2006

Cómo resolver una tarea: Según seas…

Un becario:
Currará a toda hostia y lo hará en la mitad de tiempo. Avisará enseguida a su jefe de que ya tiene la tarea resuelta sin haber hecho pruebas ni nada.

Se llevará unas 200 collejas.

El fijo de toda la vida:
Borrará la tarea del “project” y se bajará a desayunar por tercera vez mientras se imprime un manual sobre fotografía digital. (En la impresora de color, por supuesto)

Se podría llevar una buena colleja, pero no le encuentran en su sitio.

El echador de horas:
Sin arrugar su precioso traje ni aflojar su corbata corporativa permanecerá en su puesto hasta las 11 de la noche para después enviar un correo con copia a 30 gerentes con cinco o seis palabras en inglés y diciendo, básicamente, que “está en ello”.

Se llevará 50 collejas pero no se dará ni cuenta. Las de los gerentes serán por mail, poniendo palabras en mayúsculas como : “Es IMPRESCINDIBLE que te INVOLUCRES en la resolución de la tarea. Un saludo”.

El jefe de toda la vida:
Guardará en secreto la contraseña de acceso a producción y el nombre de lo importante. Se cogerá la tarde libre para llevar a sus hijos a taekwondo.

Por supuesto no se llevará ninguna colleja.

Cerebrito inadaptado:
Jugará al sudoku mientras se le ocurre algo.

Le consideran tan bueno que se le acercará alguien a darle una colleja y se quedará con él a intentar resolverlo, el sudoku.

El internauta:
Buscará en los foros algo que le pueda servir.

Le darán una colleja a modo de “toque por uso inapropiado de internet”.

El precavido:
Invertirá cuatro horas en buscar algo que sea prácticamente igual a lo que tiene que hacer; sustituyendo sólo cuatro o cinco nombres. El resto no lo tocará por si no funciona. Hará una copia de lo que había antes de tocar nada a la manera “…_old” ó “…_2005”.

Le caerán las collejas que le corresponden y las collejas_old.

El manager:
Montará una reunión de tres horas de la que alguien hará el acta.

Se dedica a repartir collejas.

El fijo moderno:
Le mandará la tarea a un externo y luego mandará un correo a su jefe apuntándose el tanto.

Puede recibir una colleja, del externo, o sea, como si nada.

El jefe moderno:
Se instalará un producto muy moderno y muy caro que nadie sabe para qué sirve.

Está demasiado liado como para dar collejas. Elije a un externo faldero que las dé por él.

El sindicalista:
Leerá el periódico y se irá a una reunión a la sede. A la vuelta se irá a casa a comer y regresará a la oficina para leer el periódico por internet y cerrar el equipo.

Como le caiga una colleja los lleva a todos a los tribunales.

El enchufado:
Le pedirá a sus electricistas que busquen a alguien que le resuelva el problema mientras ellos toman café. El que no toma café, no existe.

Le cae una colleja, pero sólo por no llevar suelto para la máquina.

El pidón:
Como no sabe hacer su tarea, te pide constantemente que vayas a su sitio para ir resolviendo parcialmente la tarea, hasta que está hecha. Mientras tanto, te intenta sacar un café, ¡encima!

Pide las collejas a gritos.

El listillo:
En lugar de hacer su tarea se irá a tu puesto y te “ayudará” con la tuya, dando voces y poniéndote en ridículo.

Aunque le caigan collejas no cambia su postura: Sigue igual de gilipollas.

El tonto/torpe:
Tras borrar 14 ficheros de producción, se callará y permanecerá en su sitio hasta que se sepa lo que ha hecho.

Le cae la supercolleja. Hasta el que repone la máquina de vending le da una.

El quemado:
Se pasa de tiempo adrede para demostrar que está quemado mientras mira desafiante a su jefe. Se suele dejar barba en el caso de ellos y el pelo acartonado en el caso de ellas.

Cuando le cae la colleja, suelta una hostia y se va.

El arrastrado:
Dice a todo que sí, aunque sabe que es que no. Por supuesto que hará la tarea sin rechistar.

Su mundo es una pura colleja.

miércoles, mayo 10, 2006

La reorganización

Hace unos días en la oficina ha habido reorganización. Que básicamente ha consistido en: encerrar a los iluminados con el don de la oportunidad y que se han convertido en jefes de alguien, entre biombos que aparentan formar las paredes de un despacho, y cambiar a unos cuantos esclavos de sitio.

Al final, como decía Lampedusa, “que todo cambie para que todo siga igual” o algo así. Lampedusa no es ninguna dragqueen del Gula-Gula, sino el que firmó “El Gatopardo”, que es como las memorias de Sara Montiel pero en bonito.

A mí no me ha tocado moverme, que siempre toca un poco los cojones. Porque es como cuando te dicen: “Me gusta, pero ¿podría ser A y después B en lugar de B y luego A? “, que da igual, pero lo hacen por tocarte los mismos de antes.

Lo que sí tengo es nuevo compañero a mi izquierda, a mi derecha sigue Sergio, el aspirante a jefe, que tampoco ha tenido que moverse.

A este compañero nuevo le he apodado “El pequeño ruiseñor”. El tío se pasa las horas con los auriculares puestos y música heavy metal a todo volumen, me da que en plan “Blind Guardian”, “Nightwish”, etc.
Música en plan épico y tal, porque de pronto se emociona y se pone a cantar en falsete unos coros cuando llega el clímax de la canción. “Asain ne sainnnnn”. Que es como cantamos todos en inglés. Que para que digamos una palabra bien ya tiene que haber sonado clarita…
El compañero en cuestión medirá uno noventa y cinco y pesará unos ciento y pico kilos. O sea, que con este post me la juego. Por aquí nos partimos escuchándole canturrear con esos gorgoritos, de ahí lo de “el pequeño ruiseñor”.

A mí también me ha pasado. Los viernes, a última hora, acostumbraba a subir el volumen a tope y a poner alguna canción de esas de romper con todo. Y claro, se te va la olla y de pronto ves que todos se vuelven a mirarte. Y descubres que estás como Enrique Iglesias en aquella grabación que sacaron de lo que cantaba mientras ponían el playback. “Cos aniriiiiiiiiiiii, de ridin divain”, en fin.

Porque es curioso, pero todos, con los cascos puestos, creemos que cantamos de puta madre. Por eso luego tanta gente va al karaoke o se quiere apuntar a Operación Triunfo, o es Álex Ubago, por meterme con otro perla más, porque creen que cantan bien, pero en realidad no son capaces de enlazar dos tonos seguidos en su sitio.

Pero bueno, eso da igual, para andar por casa, nos vale con nuestro canturreo con música de fondo. A mí me mola que mi nuevo compañero se desinhiba y cante, mientras no nos prohíban ponernos música, claro.
Habrá que dar por bueno que nos descoloquen de vez en cuando y nos dejen los mp3 en paz.

Ya lo dijo Juan Pardo: “Bravo por la música que nos hace mágicos”.

lunes, mayo 01, 2006

Análisis a la canción del "Opá"

La canción de “El Koala” es toda una declaración de intenciones. El hijo se enfrenta al padre y le cuenta su intención de abandonar el huerto y criar animales en un corral.

Comienza así de contundente: “opá yo viacé un corrá”.

Siente, como muchos de nosotros, la necesidad de independizarse de sus progenitores.

A veces, los padres quieren que los hijos sigan su vocación militar, médica o se hagan cargo del negocio familiar que ellos han mantenido con el sudor de su frente y que les ha dado de comer a todos.

El Koala no es menos y, ante la posibilidad de seguir con el huerto de su padre (Opá) , decide formar su propio corral, su proyecto vital.

Para poder llevar a cabo la consecución de nuestros anhelos se necesita sobre todo determinación. Así lo expresa al decir : “Opá, yo viacé un corrá”.

Al padre no le pregunta si puede hacerlo sino que le dice, con determinación, lo que va a hacer.

A la vez que demuestra su convicción, le transmite al “opá” su cariño y gratitud al decirle que eso no significa que vaya a abandonarle a su suerte con el cortijo, sino que le seguirá ayudando en todo lo que haga falta: “tayúo a pintá el Lanrove, tayúo a zacá lah papa, tayúo a lo cagafarta”. Para a continuación, recalcarle que : “Pero que sepah que Opá yo viacé un corrá”.

Para él, el corral no significa sólo una manera distinta de ganarse la vida, rompiendo quizá con la tradición familiar de años; significa, además, el proyectar en los animales que va a criar su necesidad de tener una familia, de perpetuar la especie, aunque no sea (¿o sí?) la suya. Quiere “eshá cabrilla y sacá shivillo,...eshá guarrilla y sacá guarrillo,... pa eshá una potra y con su potrillo”.

Quizá por vivir en un entorno excesivamente rural o por no haber tenido suerte, se puede interpretar que “El Koala” es un “mozo viejo”, o que va camino de ello, lo que se conoce como un “solterón”. El tema de la procreación le obsesiona al punto de querer vivir rodeado de todos los animales que pueda criar en su corral.

Quiere que ese corral sea su sitio, su hogar, donde todo esté como él quiera y así tenerlo “pa guarda coza y hahta la motillo...”. El Koala anhela una libertad que no tiene aún.

También muestra su ilusión al relatar todo lo que va recopilando para llevar a buen puerto su propósito:
Así, comenta que “tengo lah maera y tengo doh tablone, lah shapa del tejao la he zacao de unoh bione”. Esto último indica la escasez de recursos de los que dispone, y que hace más loable, si cabe, su consecución.

A la vez, dice: “Tengo la manerah y tengo la intencione opaíito, er domingo empiezo a ve si tengo cohone”.

Al decir “opaíto” vemos también una necesidad de que su padre le muestre su apoyo, porque tiene miedo y necesita cierta protección, como suele ocurrir cuando uno se embarca en una aventura de este calibre. Él mismo dice: “...a ver si tengo cohone”. Porque teme que aquello, que es su máxima ilusión, no salga bien, y eso le echa un poco para atrás. La determinación debe ser también entendida como “valor”.

“Con zu permizo, me hago un corralillo”. Al final, la educación que nos han dado, de respeto al padre, le hace decir: “con zu permizo me hago un corralillo”. A modo de reverencia a esa figura que supervisaba todo y que ya poco tiene que añadir al tema. Y le recalca una y otra vez que lo del corral va en serio:

“Yo viacé un corrá, yo viacé un corrá, yo viacé un corráaaa aceuncorrá...”

Al final exclama a voces:

“¡Opá, opá, opaito, voacé un cooooorrá...”Parece que, o bien el padre no se entera muy bien o pasa bastante de él.

En definitiva, todos queremos tener nuestro corral, todos somos un poco "El Koala", aunque para mediados de julio ya odiemos la canción tanto o más que cualquiera de King África o Georgie Dann.

Que tenga usted suerte con su corral, Señor Koala.

La respiración contenida

De un día para otro vino la hostia y cortó la respiración. Un virus malo, malísimo, llega, se expande, mata, colapsa. De un día para ot...