lunes, diciembre 24, 2007

Otro cuento de Navidad

Benita no tenía ninguna intención de celebrar la cena de Nochebuena de manera tradicional. Salió al mercado a primera hora del 24 de diciembre buscando algo especial, algo que diera magia a la comida nocturna. Iba a cenar su hijo que regresaba a casa tras dos años de ausencia, durante los cuales había conocido a una maravillosa chica que volaba con él, embarazada, desde Argentina.

Tras muchas horas de búsqueda por carnicerías, pescaderías y puestos ambulantes que había a la salida, desistió de su objetivo.

Continuó caminando unas horas, desalentada ante la frustración, que no la dejaba pensar. Apenas unos espárragos trigueros y un poco de queso cabrales hacían peso en la bolsa.

En el portal, buscando las llaves en el bolso ensimismada aún en sus negativos pensamientos, fue alcanzada por su vecina de abajo, Ernesta, que traía la bolsa a rebosar.
-¿Qué tal, Benita? ¿con la compra de Nochebuena?-dijo Ernesta mirando con soslayado desprecio la bolsa de Benita.
-Sí hija, ya ves, aunque se me ha olvidado el monedero y tengo que volver-contestó como excusa.
-Yo voy a hacer cordero estofado, de una receta que he pillado del programa del Arguiñano, que le echa piña, morcilla y habas fritas-dijo mientras abría la puerta y Benita seguía con la mano dentro del bolso.

Ya en el ascensor prosiguió.
-Pondré unos platos de entremeses: unas gambas fritas, unos trocitos de lechón y un poco de jamón...y de postre arroz con leche, que le gusta mucho a mis sobrinos...voy a su casa pero les llevo yo la cena, que ellos no saben hacer nada...¿vosotros cenáis otra vez solos, no?...¿qué tal tu Benjamín?
Benita sólo pudo decir "bien" mientras la vecina se bajaba en su planta y se despedía.
-¡Hala, a pasar buena noche!

Llegó a casa muerta de frío, la temperatura era baja, típica de la Navidad de los cuentos y en cualquier momento se podría poner a nevar.
Dejó lo poco que había comprado en la mesa de la cocina y fue hasta el balcón mientras se quitaba el abrigo y la bufanda. Se asomó.
Suspiró; respiró profundamente; volvió a suspirar y dijo entre dientes:
-No queda elección.

Ya hacía un rato que nevaba cuando Benjamín llamó a la puerta; pero nadie abrió. Insistió enseguida, ansioso por el reencuentro. Miró a su chica, que le sonrió algo nerviosa. Volvió a llamar; pero nadie abría.

Buscó en el bolso cruzado las llaves de su antiguo hogar, que llevaba colgadas aún en su llavero y que nunca encontraba tiempo para extraer de la anilla y guardarlas por algún cajón y así perderlas.
Las sacó y, tras llamar de nuevo sin éxito, introdujo una llave y la giró.

La casa estaba casi a oscuras. Había luz en la cocina y unas luces intermitentes de colores que provenían del balcón, cuya puerta estaba abierta.

-¿Mamá?-gritó.
-¿Mamá?-avanzó un poco hacia el salón de la mano de la futura mamá.

Entonces encendió la luz y descubrió el panorama:
La mesa estaba puesta, las velas aún no encendidas y algunos platos distribuídos con jamón, lechón, gambas y algo con queso fundido.

-¿Mamá?-gritó de nuevo dirigiéndose al balcón.

-¡Benjamín, hijo!-exclamó su padre dejando caer al suelo un cinta de colores al tiempo que Benita gritaba desde la cocina.
-¡Ay, mi niño! ¡ay, mi niño!

Esa noche fue muy especial. Cenaron cordero estofado con piña, morcilla y habas fritas. Benita les contó que era una receta que sabía hacer muy bien su vecina de abajo mientras Ernesta veía, amordazada, el especial de Nochebuena de Raphael, por puta.


1 comentario:

Anónimo dijo...

ou yeah!qué Nochebuena más heavy!

vaya con la Benita!

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