Por ello, para mí, comienza la cuesta de diciembre, que supero, sólo en parte, al pasar el día 5 de enero, deseoso de abrir los regalos de reyes que me habrán traído por ser bueno.
Pero mientras lo paso un poco mal, como cabreado, como agobiado, como hastiado.
Sí, las fiestas navideñas me superan.
De buena gana acepto las cenas familiares de Nochebuena y Nochevieja, también en esta última que tras ella no exista fiesta alguna, que bastante años hice ya el gilipollas por las barras (¿libres?) de los más insospechados lugares con licencia para otros actos.
Incluso intercambio christmas y participaciones de lotería con los más allegados; aunque este año he metido un décimo no sé dónde y estoy mirando ya hasta en el bote de los macarrones.
Acepto ir a Cortylandia aunque siga sin entender cómo se puede esperar tres cuartos de hora al lado de un señor con peluca de colores para ver un dantesco espectáculo de apenas diez minutos (muñecos que se mueven para adelante o para atrás o mueven un brazo para arriba y para abajo).

Acepto incluso que los demás me enseñen su cesta de Navidad (aunque siga sin entender cómo siguen metiendo una lata de aceitunas rellenas como algo digno de lujo navideño, o espárragos), que me enseñen el belén, el árbol o la pata de jamón que han pillado para la ocasión.
Acepto, sin duda, que me ofrezcan, hasta padecer una crisis nerviosa, peladillas y trozos de turrón blando de "esa bandeja".
También acepto, de buena gana y sin que nadie me lo pida, reducir mi consumo de alcohol diario a fin de llegar a las uvas en unas condiciones mínimas para no estrellar la copa de champán contra el televisor al ver cómo se vuelve a comenzar el año con un número de baile bachatero lleno de confeti, gente sonriente y público/figuración haciendo el canelo vestidos como si fueran de boda.
Apurando mucho, mucho, mucho, acepto que tiren petardos. Aunque pegue un bote cada vez que explota uno, lo que explica mucha cosas sobre mi aborrecimiento a las películas de tiros.
Hablando de películas, no me importa que se llene la televisión de pelis navideñas con Santa Claus por todas partes, versiones de todos los tipos y colores del Cuento de Navidad de Dickens, o especiales de Miliki o Raphael o simplemente con público de niños ñoños que parecen hacerse los tontos en relación a evidentes cuestiones propias de una edad más temprana.
Pero no, no, no. No acepto, no puedo con ello, me hierve la sangre, me irrita, me paraliza, me enoja, me enerva, me enrojece, me crispa, me deja fuera de combate, me deja sin voz, me turba, me desorienta, me noquea...

¡ESCUCHAR VILLANCICOS!
"Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos caminito de Belén...olé, olé, Holanda...olé..."
pd: por cierto, que ni puta idea de lo que significa.
En fin, al menos trincaré algo de esto...

3 comentarios:
y ahora para que dure más la navidad, los comercios de preciados esatarán abiertos todos los domingos!!!!!!!!!
y es q lo hacen por si cualquier día festivo se te olvida comprarte un televisor....
vaya pamplinas...
a mí tb me irrita la navidad....de momento, no tendré que ir a la cárcel por haberme bebido un botellín de cerveza en la fiesta de noche vieja (q encima es más caro)....y es q la razón de no estar detenido es q no tengo licencia para conducir..
venga!todos pa el metro!!!!!!!!!!!!!!
jaja
muakas
se te va la olla, despistao...creo que ya has empezado con los botellines...
Hola Truman!
Soy germá gran. Mucho tiempo sin hacerte un comentario.La campaña en el lejano y salvaje oeste me deja pocas ganas de esparcimiento. Vaya repaso a la Navidad. Creo que estas fiestas tienen bastantes aspectos positivos, desde las vacaciones (para mí) hasta los regalos que se hacen, aunque pienso que el mensaje de conmemoración religiosa es la que le da sentido a estos días.
Bueno Truman, seguimos en contacto.
Hasta luego.
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