Cuando era pequeño y volvía al cole tras las vacaciones, el profe solía ventilarse al menos la primera hora del día con el ejercicio: “Escribir una redacción con lo que habéis hecho este verano”.
Yo tiraba de cliché y todos los años contaba lo mismo. Porque, en realidad, todos los años hacía lo mismo.
Ahora, de mayorcito, cuando uno ya es dueño más o menos de su destino, al menos de su destino turístico, ya puedes contar más cosas cuando te preguntan que qué tal las vakas, aunque al final recurres a la hipermanoseada contestación plañidera de: “Cortitas”.
Te quejas amargamente mientras observan tu piel morena, tus ojos sin ojeras y te pones a organizar las fotos que has hecho con tu supercámara digital. (Estoy muy superlativo hoy).
Es decir, que te encuentras a tus compañeros de trabajo blanquitos, ojerosos, algunos con una verdadera mala cara, como el ex-aspirante a jefe, que si por mi fuera, le habría dado la baja para que la empalmara con las vacaciones, y encima eres tú el que parece estar jodido porque has tenido que volver de vacaciones.
Pues no. Hoy me he presentado a currar con buen ánimo, buena cara y una amplia sonrisa. No estoy jodido por haber vuelto. Quizá haya influído la determinación que traía a no hacer apenas nada y a no dejarme influir por el ambiente negativo que me pudiera encontrar.
Es más, he decidido no hacer nada en toda la semana. Cuatro cositas para cubrir el expediente y ya está. Alguno apelará a la responsabilidad para que me dé cuenta de que así no puede ser. Que para exigir a la empresa primero hay que cumplir con tu obligación, igual que para reclamar una multa que te pusieron injustamente, primero hay que pagarla. Pero no cuela, yo paso y pasaré todo lo que haga falta.
Además, el ex-aspirante veo que controla bastante bien la situación, aunque tiembla cuando le insinúo que me voy de la empresa. Tranquilo, ya voy pidiendo mesa para dos.
Así que mi vuelta de vacaciones ha sido linda, he contado las cuatro cositas básicas para que la gente entienda que me lo he pasado muy bien y me he dejado llevar en mis primeras siete horitas de jornada intensiva elucubrando tonterías, inventando rimas y retocando escritos.
Así es Truman: buscando siempre, incansablemente, la mejor forma de no hacer nada.
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