La otra noche, sin embargo, un perrito chico nos miraba haciéndose querer. Estaba perdido o abandonado. Tenía collar. No sabíamos qué hacer.
Al final le sacamos algo de comida (¿embutido vale?) y agua. Hacía una noche de perros, estaba claro. No lo metimos en casa por prudencia, ignorancia y vete tú a saber qué.
Al día siguiente me levanté decidido a investigar en la página de "El Refugio" que tengo enlazada por ahí a la izquierda de estas líneas. Parece ser que lo primero que hay que hacer es llevarlo al veterinario, para que lo reconozca y por si lo puede identificar mediante un chip que parece que llevan los animalitos (cualquier día le ponen bluetooth).
Total, que al día siguiente ya no vi al perrito. Espero que apareciese su cuidador y que le diera muchos mimos. Los mimos que no le pude dar yo, por soso y cobarde.
Ahora se me ha despertado el instinto paternal y lo busco por las esquinas con la esperanza de encontrármelo correteando por ahí, con su "papi" de verdad.
Al menos ya sé lo que tengo que hacer otra vez cuando me encuentre a un animal desvalido.

Que no se me entienda mal. Yo, en estas elecciones, he votado al Rey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario