martes, julio 03, 2007

El bar del Nabo

Igual que un futbolista cuando se retira acaba de entrenador o de comentarista de fútbol, un "rolling stone" que se precie, si no se ha quedado por el camino, acaba de camello o pone un bar. O ambas cosas.

Pero no parece un bar. Es como la casa de un "jipi" que hace tiempo dejó de preocuparse, si lo hizo alguna vez, por tenerla como Dios manda.
Las paredes repletas de collages hechos por el dueño o por cualquier persona que se haya cruzado en su vida.
Se mezclan cuadros, láminas, pósters, frescos. Escenas de rock&roll, Monet, Goya, y cosas que le regalan. Postales, retratos hechos con rötring y fotos.
De fondo suena la música: cualquier cosa parecida a lo que nuestro amigo esquizofrénico comenta con frenesí y voz engolada como auténtico "ruaquenruol". A veces, si no puede cambiar de disco, pone la radio y ahí ya sale lo que sea. Incluso las noticias de las once.

Y pájaros, muchos pájaros, periquitos haciéndose carantoñas (no soportan la soledad) y cds de Mikel Erentxun y cosillas pop colgando del techo, para ahuyentar a los pájaros foráneos.
Rara contradicción. Porque yo, como pájaro foráneo que soy, no me deslumbro con los discos plateados y me siento. Y me siento como en casa. Taburete, vaso ancho y conversación.

Miguel, el Nabo, observa desde la barra; a veces se mete en la charla. Es uno más. Tiene una forma peculiar de servir las copas: Va echando el refresco despacio hasta dejarlo sin oxígeno. Pero da igual.

El Nabo lleva el bar solo y sale mucho afuera, donde tiene instalada una especie de terraza en la acera pequeña; unos asientos con posavasos. El botellón ha hecho mucho daño a las cajas de los bares, pero Miguel ha sabido adaptarse a los tiempos y él mismo vende para el botellón : hielo, refrescos o alcohol. Lo que haga falta, en la trastienda de su local.

Hay normas, pero no están escritas, ni nadie las hace ver. Por allí se cruzan el abuelete con el gachón, la niñata con el cuarentón.

...Y la música sigue sonando y miro a nuestro barman particular: ojos grandes y vidriosos y sonrisa puesta. Parece feliz apoyado en la barra, como un niño chico que mira cómo le bajan de una estantería el peluche que deseaba.
Su bar siempre parece abierto y siempre estar en verano. Es el bar de Miguel, el bar del Nabo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bonita descripción del sitio! Seguro que al tal Miguel le habrá encantado.

Anónimo dijo...

yo conozco también un bar así...me encanta los poster que hay colgados, los cuadros, ...yo al dueño del bar le dibujé una flor y un acróstico formando su nombre...a veces me salen unos poemas mu chulos.-.-.

y la música que pone me encanta, bueno..la música en general me encanta...jejeje

bechos

Nelo dijo...

asiq el bar del Nabo eh.. no he podido evitar sentirme identificado. por donde queda ese garito?

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