LLega septiembre y los cambios. Septiembre viene a ser como el día de Año Nuevo. Hacemos propósitos para cambiar.
Durante el verano y las vacaciones nos hemos dado cuenta de que así no podemos seguir.
Además, la mayor parte de los propósitos vacacionales se han ido al garete: Ni fuimos a caminar por la playa para bajar de peso, o lo hicimos pero no bajamos; ni nos leímos "El Quijote" o "Alatriste"; ni aprovechamos algún día por el barrio para arreglar cuentas con el banco, ni preparamos la boda, ni nos volcamos en la reconstrucción de nuestro nidito de amor.
Nada. No hicimos nada.
Tras esta conclusión tan dramática y antes de caer en el abismo, septiembre se nos antoja una puerta al cambio.
Algunos actualizan su currículum vitae con la esperanza de que otra empresa mejor, más sana, más buena, los quiera para su factoría de explotación sináptica. Para descubrir un día después de entrar, que es el mismo perro con distinto collar.
Otros se avalanzan al kiosko a comprar cualquier coleccionable de los que no se cansan de promocionar por la tele. A destacar el de “Hazte un reloj de cuco, con el primer fascículo: 2 piezas y pájaro por sólo 1,5 euros”.
Yo si mi pareja llega a casa con el rollito del pájaro cucú, creo que pediría, si hiciera falta, la nulidad matrimonial, aunque me viniera con la cantinela de que es para que "hagamos algo juntos". Para hacer algo juntos siempre está “Bailes de salón”, aun a riesgo de que tu pareja encuentre un culo más prieto que el tuyo al que abrazar.
Otros, sin embargo, inauguran septiembre con un auténtico cambiazo: Mis amigos los médicos están en estado. Ya tengo dos embarazos en la herramienta de gestión de proyectos para irles haciendo el seguimiento. Monitorizarlo, lo llaman los que saben mucho.
En septiembre, muchas parejas se separan, porque no sabían lo mal que se llevaban hasta que se han ido de vacaciones juntos. En grupito no vale, porque acabas hablando todo el rato con el novio/a de otra pareja y así no hay manera de cabrearse.
También en septiembre de pronto viene un jefe con el pie cambiado y te dice que te vayas con tus cosas a otra parte y a otra parte que te tienes que ir. Es un cambio forzado pero al final te sirve igualmente para oxigenarte y plantearte la vida de otra manera. Como Chali, que de pronto se nos quiere ir a unas islas paradisíacas a pasar el resto de su vida.
Septiembre también es el mes de las colas: Todo el mundo se quiere apuntar a algo gratis o barato que oferta el ayuntamiento. Algunas veces guardan la fila desde la noche anterior, se llevan tumbona, abrigo, lo que haga falta. Y se apuntan los primeros aunque luego no vayan. Porque lo jodido, como con el éxito, no es llegar, sino mantenerse.
En septiembre también es curioso ver cómo da igual la temperatura que marque el termómetro: Si caen cuatro gotas la gente se pone el plumas. No saben separar el concepto "lluvia" y "temperatura". Y así, llegan a la oficina como Papá Noel, sudando y oliendo a perros muertos. Y tú tiras de caramelo mentolado de esos fuertes que te dejan anestesiada la pituitaria por un rato. Luego se resfrían, porque el aire acondicionado sigue puesto y lo quieren quitar. A treinta grados a la sombra, ¡qué me cuentas!
Sin embargo hay muchas cosas que sabes que no van a cambiar por mucho septiembre que se presente:
Hay gente que va a seguir tocando los cojones al personal con sus comentarios. En verano suele haber muchos crímenes pasionales, dicen que por el calor. Lástima no haber coincidido apenas durante estos días. Bueno, en Nochebuena también se suelen calentar los ánimos.
Yo también tengo mis propósitos. No pasan, por supuesto, por ningún coleccionable y tampoco los voy a contar.
Por ahora.
Truman: Ex-Trabajador de oficina. Incansable observador. No deja títere con cabeza. Su lema: "Cuando no tengo otra cosa que hacer, trabajo".
viernes, septiembre 01, 2006
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