El otro día tuve que ir a Atocha a sacar un billete. Iba ya con el equipaje, por si había una plaza libre en el AVE para el sur.
4 bultos, sin contarme a mí mismo: bulto sospechoso donde los haya.
Me puse en la cola de “Salida inmediata”. Delante de mí unos niñatos maleducados que querían cambiar un billete y una chica que iba a Pamplona (no llevaba ningún mantecado en la boca, gracias a Dios).
La chica de Pamplona se fue a otra ventanilla, que abrían especial para su tren, con lo que me quedé con los memos.
Mientras íbamos avanzando e iba empujando con el pie una de las bolsas que llevaba, una viajera inesperada se puso en la fila paralela a mí. Era como si reclamara mi puesto. Un poco como en las carreras fernandoalonsianas o pedrosianas, nos íbamos tocando con los bultos.
No sé si se pensaría que me había colado en la fila o qué. Estuve tentado varias veces a decirle: “¿crees que vas antes que yo?”. Lo hubiera preguntado por cortesía, aunque no hubiera usado ésta para dejarle pasar delante de mí.
Al final, llegando a la línea de “Espere su turno” y mientras los maleducados yogurines increpaban al taquillero(no había billetes para cambiar el que llevaban), doy un último empujón y le saco ya un cuerpo, suficiente para ir tranquilo hasta el renfero.
No había billetes para “hoy” así que me tuve que salir de esa fila y sacar un número para “Venta anticipada”.
Me dieron el 49, iban por el 640 y pico y en el 699 daba la vuelta al contador. Esto lo ponía en el ticket pero hay que leerlo.
Me fui a un lateral de la sala con mis paquetes y me puse a observar el vodevil que transcurría a mi alrededor.
Al tío que daba los números se le acercaron como novecientas personas reclamando lo mismo: “¿Cómo es que va por el 640 y pico y tengo yo el 73?”. Y el colega lo explicaba resignado una y otra vez.
En esta misma cola había un varón de unos 30 años, con su jersey de punto y su móvil última generación (los pantalones eran más bien generación Cuéntame). Por éste hablaba a gritos con la que entendí que sería su novia:
-“¿DÓNDE ESTÁS?, ¿DÓOONDE ESTAAAS?”-
Y seguía: -“Te dije que estuvieras una hora ANTES. Aquí hay MUCHA GENTE y VAMOS A PERDEEEER EL TREN”.
Y continuaba:
-“Pero ¡DÓNDE ESTÁS!. Esto ya te lo había dicho, ya te lo HABÍA DICHO”.
Y cuelga. La cara roja, el cuello tenso y a la vez un halo de tristeza recorría su ser.
Yo, que soy un malpensado, porque es que soy un malpensado, pensé:
-“Ella le está poniendo los cuernos, fijo”.
De pronto, al fondo, en la ventanilla 19 se oyen gritos de blasfemias marroquíes. No sé qué decía aquel viajero por su boquita. Al parecer quería cambiar un billete y la señorita de la ventanilla, denominada por el viajero como “hija de puta”, no se lo quería dar.
Hay gente que no entiende que si compras un billete, pierdes el tren y lo quieres cambiar para otra hora, primero tiene que haber plazas en el tren que quieras coger. Pero no, algunos creen que el billete es como un salvoconducto para viajar por todo el país o como las pulseras de los parques de atracciones, y que se monta primero el que anda más listo.
El moro no se quería ir y se puso muy tarasco. Al final vino un trabajador de seguridad y se lo llevó de allí muy diplomáticamente.
A mi lado había una pareja de negros: Él negro, ella negra. Lo que se conoce comúnmente como de raza negra. Esperaban sentados y pacientes a que les tocara su turno. Y pensé, no mal pensé, simplemente pensé: “La cantidad de extranjeros que hay aquí sacando billete. Serán emigrantes, inmigrantes o trashumantes. Da igual. Aquí la gente tiene dinero y lo gasta. Porque da la impresión de que la gente que nació en otros paises y vienen al nuestro, sólo han venido a quitarnos nuestro puesto de trabajo, a robarnos nuestros chalés y a llenarlo todo de locutorios. Bueno, pues resulta que también consumen y hacen que el motor económico se mueva”.
Todo esto me dio tiempo a pensarlo porque claro, me quedaban muchos números aún.
En esto que viene el moro otra vez dando gritos, y yo, de nuevo, mal pensé: “Este se ha ido a su casa y viene ahora a inmolarse”. Mal pensé, lo sé, pero es que menuda tocada de huevos tuvimos en Madrid...y claro, asocias ideas.
El de seguridad, que tenía más paciencia que Juan Imedio co-presentando con Carmen Sevilla, le decía: “No te van a atender en ninguna ventanilla porque no hay billetes para tí y además has llamado ‘hija de puta’ a la señorita”. Y se fueron de allí “cogidos de la mano”.
Luego, en una fila para sacar billetes vi de nuevo al cornudo aparente. Con el móvil en la mano, discutía acaloradamente con la chica de la ventanilla. La chica mostraba cara de circunstancias, escondiendo los labios hacia dentro mientras movía la cabeza en universal negación. El chico, derrotado, se da la vuelta y se queda a un lado, apoyado, pensando qué hacer. Está abatido, la ira del primer momento se ha desvanecido ya y ahora sólo le queda tristeza.
Se fue, aunque no lo ví, quizá me despisté siguiendo alguna que otra “maleta” que se cruzaba por mi vista. Me imagino que él cogería el tren y decidiría por el camino si la dejaba o no.
Los números seguían pasando y la gente preguntando al colega de los papelitos: Ahora ya no cómo podía ser que tuvieran el 72 si iba por el 650. Ahora preguntaban a qué ventanilla tenían que ir. El panel informativo muestra: En una casilla el número que toca y en otra el número de la ventanilla. Pero a la gente hay que explicárselo, porque ellos van con mucha prisa y tienen que coger el billete ya. Los demás no tenemos prisa, nos gusta pasar el rato allí, igual que los jubilados que miran cómo van las obras.
Todavía no me toca y veo cómo llega una chica, con el pelo mojado, corriendo y preguntando a todo el mundo. Se va hasta una fila de las de salida inmediata, cambia su billete mientras no para de mirar ó marcar el móvil, y se va. Y yo, que sigo revenido, pienso: “Esta es la chica de los cuernos. Al final va a tener suerte la cabrona y se pira en el siguiente”.
El 49. Mi número. Me toca una ventanilla donde hay un señor con una peluca que parece como el pelo de los Airgamboys. Es como una sóla pieza. El señor, muy amable, me realiza la gestión. Por fin tengo billete. Me hubiera gustado despedirme de los que aún seguían allí y que, tras hora y media de espera, se habían convertido en mi telecomedia particular.
Bueno, otro día, otro viaje, otro billete.
Truman: Ex-Trabajador de oficina. Incansable observador. No deja títere con cabeza. Su lema: "Cuando no tengo otra cosa que hacer, trabajo".
lunes, octubre 02, 2006
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8 comentarios:
¿Qué quieres decir con "tarasco", Truman? Porque en la RAE pone que es el "Natural de Michoacán", ;)...
Gracias por tu anotación adi. Efectivamente, por más que busco en la red no encuentro el significado que le quiero dar a la palabra "tarasco".
En el pueblo de mi señora se denomina así a la persona que se muestra un poco "beligerantemente revoltosa". Pero como digo, no sé si lo escribo bien. De ser así me alegro de que aún haya cosas difíciles de encontrar en internet.
Entiendo lo que quieres decir con tarasco, debe venir de tarascada, que en tauromaquía se aplica a los derrotes que da el toro. (Derrote: cornada que da el toro levantando la cabeza con un cambio brusco de dirección).
¡qué erudito!(no confundir con provechito).
Efectivamente, por ahí deben ir los achuchones:
Tarascada
Muchas gracias!
Pues yo tengo una variación... yo siempre he utilizado la palabra "tarisco" como bocao o mordisco. No está en la RAE, y Google dice que 323 hablan igual de mal que yo :oD.
Admiro tu capacidad para sacar una historia entretenida, a ratos con recao (mensaje sería demasiado) a partir de un hecho en principio aburrido, 110 números en la cola del tren :oD.
Gracias por tu observación ale, y por tu comentario en general. Me alegro que te gusten los post.
Yo pasaba por aqui y me detenido un rato tras observar a traves de la ventana que es mi monitor, un soplo de aire fresco que era tu relato.
Es de buen decir que ahora, mas que antes, me he sentado en tu blog, pues me gusta leer lo bueno despacio.
joder, anónimo, ¡cómo te pasas!...
Muchas gracias!...
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